En muchas tradiciones espirituales y filosóficas, los números tienen un valor simbólico profundo.

El 0 representa la totalidad y el infinito. Es el origen y el final al mismo tiempo, actuando como un puente entre lo material y lo espiritual. Desde este vacío aparente se accede a niveles superiores de conciencia.

El 1 simboliza la Unidad, el principio divino, el origen de todo. En la Kabbalah representa el Todo, y en muchas religiones monoteístas, alude a la fuente primordial de la creación.

El 3 está asociado al equilibrio y la armonía. En el cristianismo, encarna la Santísima Trinidad; en diversas culturas paganas, representa a la Triple Diosa: doncella, madre y anciana.

El 4 remite a la estabilidad y la estructura. Es el número de los elementos (tierra, aire, fuego y agua) y de los puntos cardinales, fundamentales en múltiples cosmovisiones tradicionales.

El 7 es considerado un número perfecto y completo, vinculado con la creación, el misterio y lo oculto. Invita a explorar lo místico y lo desconocido. En la antigüedad, se asociaba con los siete astros visibles a simple vista: Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno.

 

El 9 representa la culminación, la sabiduría y la realización. En el hinduismo es un número espiritual que marca el cierre de un ciclo y el inicio de una nueva vuelta en la espiral de la existencia.